Empezaré por el principio:
siempre fui muy inquieta y nunca tuve las cosas muy claras (sigo sin hacerlo).
Cuando me preguntaban que qué quería ser de mayor contestaba lo que todos los
niños pequeños, a veces era bombera, otros peluquera (esos eran mis favoritos),
pero ya cuando la cosa se puso más seria me volvieron a preguntar y no lo sabía, sólo sabía que me interesaban
ciertas cosas, por qué había una ventana ahí, o por qué había allí una viga, y
me dijeron que eso se estudiaba en Arquitectura. Despertaron mi curiosidad
sobre el tema y empecé a investigar, y descubrí que era algo que realmente me cautivó.
De forma paralela, mi abuela
intentaba tirar para su terreno, y con menos de 10 años empecé a hacer mis
pinitos en la costura, me gustaba, pero no me entusiasmaba, no terminaba de
encontrarle el punto. No fue hasta que estudié patronaje que realmente me apasionó el tema, y no ha
sido hasta hace bien poco que he descubierto la relación entre ambos campos.
Ambas disciplinas, en cierto
modo, envuelven a la persona. En el patronaje, a partir de un material
plano, realizando una serie de pliegues y de uniones consigues darle forma a la tela para que esta envuelva al cuerpo y según lo plantees sea como una segunda
piel, muy ceñido, o no siga de forma tan rigurosa las formas del cuerpo,
consiguiendo destacar o disimular aquello que te interese. En la arquitectura,
el espacio interior, los elementos que lo componen y lo completan variarán en
función del usuario describiendo unas geometrías concretas.
Y en ambos casos, actualmente existe el mismo
conflicto, no siempre cumplen la función para la que fueron diseñados.
Encantada de conoceros.
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