Otro día más, María se levantó y
fue directa al tocador, ¡por fin podía hacerlo! Llevaba cuatro días en cama por culpa de unas altas
fiebres. Su madre lloraba de alegría, justo después de haber anunciado su
compromiso cayó enferma.
No recordaba haber tardado tan
poco en vestirse nunca. Salió casi corriendo a la calle, necesitaba sentir el
aire y el sol en su cara. ¡Qué día tan bello! Las flores desprendían un olor
estupendo, y los pájaros interpretaban
bellas melodías. Tras un buen rato caminando se dio cuenta de que la gente le miraba raro, se alejaban de ella a su paso
por las calles, no lo entendía, estaba sana, su aspecto era normal. Pero…. una
brisa en sus piernas le hizo entenderlo todo. A causa de las fiebres había crecido y sus pies quedaban a la vista
bajo la falda. Volvió a casa por el camino más rápido y a toda prisa.
Al día siguiente su prometido
vino acompañado de su madre. Iban a romper el compromiso. Todo el mundo la
había visto por la calle enseñando los pies, y eso era una deshorna para la
familia del muchacho.
María entristeció profundamente.
Si no se casaba, ¿qué sería de ella? Poco a poco volvió a salir a la calle, y
si no se casaba, ¿qué?
Para su sorpresa, durante sus paseos empezó a ver faldas más
cortas. No pudo resistirlo, preguntó a
una de las muchachas. Al parecer, una joven aristócrata la vio durante su
fatídico paseo, y le pareció tan bello que decidió imitarlo, al llevarlo ella las
jóvenes la imitaron y ahora la mayoría
de muchachas llevaban las faldas de este modo.
Sin proponérselo, María creó
tendencia. Un pequeño acto como fue salir a la calle de forma “indecente” hizo
plantearse algunos aspectos al resto de mujeres, y no solo la vestimenta, ese acto de rebeldía de decir ¿qué? sirvió de inspiración para otras tantas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario